Inspiro tanto como puedo,
hasta dejar casi sin aire a la noche,
hincho el pecho con todo lo que entra
el aire, la niebla, mis pecados y temores.
El cuerpo trémulo se endurece,
y los ojos no funcionan como cristales
que descomponen en cientos de colores
la luz pálida que se atreve a cruzarlos.
Guardo pra el momento propicio
los secretos que esconde el alma,
que no develó nunca por temor,
o tal vez por tristeza al no hallar el eco.
La noche se apaga y falt el aire,
se ensombrece y queda como agonizante
ausente, ahora de reproches pasados
llena de culpa y remordimientos.
Pecados que me mantuvieron vivo
y que hoy endurecen mis palabras más simples,
hasta convertirlas en leña crepitante
en mi boca ardiente, fueguina.
Palabras capaces de atravesar limpias
un corazón desprevenido,
de atravesarlo como flechas envenenadas
y clavar el veneno de una noche sin aire.
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