Cuando se eleva la montaña más alta
y rueda sobre el cause del rio adormecido
algún naúfrago perdido hace tiempo,
surgen esas ganas indomables de estar con vos.
Cuando la tarde se duerme sobre un lecho
de hojas secas, movidas tenuemente por algún viento
rompe mi pecho el corazón exaltado,
y se renuevan las ganas de besarte.
En esos días en los que la calma
no es interrumpida jamás, y el centro del universo
son tus ojos celestes,
el dormir a tu lado se me hace urgente.
En aquellas noches pálidas
en las que quisiera bebérmelas de un trago,
la luna enclavada en la piel azul
me arrebata algún sueño postergado.
Cuando el caminar descalzo y lento
entre las sombras inmóviles y blancas
el abrazo se me torna impostergable
el beso necesario, tu mano imprecindible.
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