Tengo tantas dudas
para las que no tengo respuestas
que la tormenta de interrogantes
cae inclemente sobre mis pocas certezas.
Sobrevuelan el incendio de la historia
viendo como de a poco no queda nada
ni las promesas embriagadas
ni los proyectos de un futuro que no llegó.
Tantas dudas me acribillan ahora,
me ponen contra la pared y lanzan su furia
tienen sed de respuestas, pero no puedo más
que cerrar los ojos y encogerme de hombros.
Viendo los despojos de dos que ya no son
siento la responsabilidad y la culpa,
siento mi cabeza como la de un asesino
que dispara y mata, pero luego se arrepiente.
Juntos apretamos el gatillo y disparamos,
bajamos inclementes el hacha sobre su cabeza
y prendimos el fuego con las palabras y el odio
quemando todas las hojas escritas.
Somos culpables de este crimen atroz,
víctimas, tal vez, de la desesperación
ante un final que se precipitaba inexorable
somos culpables, de matar a nuestro amor.
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