Corren como un río irreverente
por mis venas secas,
llevándose todo por delante,
mis sueños y esperanzas.
Las penas tiene la fuerza natural
de un tornado arrasador,
metiendo en su embudo mortal
las miradas que nos cruzamos.
Succiona mi cuerpo adormecido,
y me dejo llevar, no opongo resistencia,
las penas me inundan,
el dolor profundo me corroe.
Mis brazos oxidados de tanto llanto,
se rompen en medio de esta tormenta
y se me van, se alejan inexorables
como si no fueran mios.
La pena se eterniza en mi cielo
tu cuerpo ausente, el motivo más cruel,
y tus ojos cerrados mi muerte,
lenta muerte, furiosa agonía.
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