Adelante, sean bienvenidos

Bienvenidos a mi mundo, al refugio de mis ideas, al lugar donde puedo sin ningún temor expresar lo que siento y lo que me pasa "en tiempo real". Realmente es toda una experiencia y quiero compartirla con quien quiera leer.

viernes, 12 de febrero de 2010

La felicidad que nunca llegó

Marzo de 1990, Santiago empezaba la escuela secundaria con todo lo que eso significaba. Nuevos amigos (y el temor que le provocaba la idea) nuevo barrio por explorar (y la sensación de que ningún lugar era mejor que su barrio con sus amigos) todas las responsabilidades académicas que venían de la mano en esta nueva etapa.
Siempre le gustó ser el centro de atención de cualquier evento, aunque esto muchas veces lo lograra a fuerza de comentarios (muy)fuera de lugar, ofender a otras personas hasta burlarse de los más débiles, ah que sensación de extraordinario poder le provocaba esto.
Pero la escuela secundaría le tenía preparada una sorpresa a su vida, iba a ser la puerta que lo transportara a la vida, a la realidad, al mundo verdaderamente tal y como era. Lejos habían quedado su barrio, sus amigos y su niñez, no por distancia geográfica, sino emocional.
Por esos años estaba muy de moda escuchar un estilo musical que se llamaba "Techno", pero por supuesto Santiago no era adepto a música que siguieran las masas, si les gustaba a todos no debería ser algo realmente bueno, además eso era "cosa de putos" como muchas veces se lo escuchaba sentenciar. Lo cierto es que esa música causaba bastante sesanción entre sus pares, podían incluírlo de un modo, era una buena forma de socializar ante el nuevo grupo, teniendo algo en común. Santiago escuchaba Heavy Metal. No era que le disgustaba, pero no se permitía que le gustaran las dos cosas.
Los años fueron pasando y la escuela secundaria se fue convirtiendo en un buen lugar para él, no es que no hubiera hecho amigos, quizás no hizo los que le gustaba, quizás para sentirse "dentro" se ubicó en un grupo con el que no tenía mucha afinidad, pero decidió emparejar para abajo.
No socializar con la gente que le parecía superior tanto en el estudio como en la forma de ser, gente con la que se sentía más a gusto, quizás porque hacían "cosas de putos" como ir a bailar, obvio que Santiago no se permitía hacer esto, otra vez, no porque no le gustara si no porque le daba pánico.
De verdad que era un tipo querible, la gente se le acercaba pero el una y otra vez se recluía en su interior, en sus pensamientos, sus ideas (las únicas correctas y valederas para cualquier caso).
Y los cinco años se le pasaron demasiado pronto. En verdad la había pasado bien después de todo pero como siempre le hubiera gustado hacer otras cosas, y el tiempo se le había ido y se arrepentía de esto.
El mundo se le iba abriendo con nuevas perspectivas como el trabajo, la responsabilidad ante un jefe que seguramente sería más impiadoso que sus profesoras del secundario quienes de verdad lo querían pese a todo. Pero él seguía firme con sus convicciones. Cada tanto cedía ante algún impulso y hacía "cosa de putos" como el sólia llamarlas, como ir a bailar y descubría que no era tan malo, ni propiedad exclusiva de homosexuales obviamente.
Pero así pensaba y la gente con la que se relacionaba ya se había acostumbrado a su forma de ser y pensar y lo aceptaban como era. En un punto era bueno, pero no tanto. En más de una oportunidad sintió demasiadas ganas de hacer cosas pero se reprimía por el calificativo que le ponía a las cosas que no eran de su entorno, que era ser heavy, rebelde, estar en contra de todo, llevar el estandarte de discutir absolutamente todo aún sin tener conocimiento de lo que se hablaba, su derporte era oponerse por oposición misma, y así le iba.
A veces creía que hasta era seductor para las mujeres nadar contra la corriente, decir "yo ahí no voy" cuando todos decidían una salida, pero al ver que todos salían y él se quedaba sólo con su convicción empezó a sufrir.
Por algún motivo no se permitía ser feliz y hacer las cosas que hace "manada" como despectivamente llamaba a la gente que seguía en masa algún movimiento. Tarde o temprano terminaba cediendo y dándose cuenta que no era malo otra vez y que de hecho lo disfrutaba, volvía a lamentarse por haber perdido tanto tiempo.
Santiago tenía una fuerza interior muy grande pero aplicada a su autoinfelicidad, él era el autor material de su propia desdicha, y sufrimiento.
Si tan sólo se hubiera abierto a la vida con aterioridad....
Pero eso ya era historia.
La vida pasó como se suele decir habitualmente, en un abrir y cerrar de ojos, los noventa ya no existían, el 2000 era parte de un recuerdo que navegaba entre la paranoia del efecto Y2K y la nada misma y así las décadas siguintes.
Tal y como lo pensó se encontró solo una mañana de domingo a los 65 años, leyendo el diario en el living de su departamento esperando que alguno de sus hijos lo llamara para invitarlo a pasar el día, tal vez pudiera acercarse a sus nietos de otra forma, conectar, y enseñarles a abrirse, y a no ser como él. Solitario e infeliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario