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Bienvenidos a mi mundo, al refugio de mis ideas, al lugar donde puedo sin ningún temor expresar lo que siento y lo que me pasa "en tiempo real". Realmente es toda una experiencia y quiero compartirla con quien quiera leer.

domingo, 7 de febrero de 2010

El Fantasma y la foto

Cuando Augusto dejó su casa sabía que no era sólo lo físico lo que dejaba, en su bolso llevaba muchos pensamientos, de los gratos y de los otros. Se llevaba un fantasma, el suyo propio.

El fantasma merodeaba su casa, la nueva, o la vieja, la anterior, la primera y se le presentaba de cuerpo entero, tenía un aspecto algo peculiar, era suyo si, pero tenía figura femenina, y no lo dejaba dormir, lo aturdía, lo sabarreaba en su cama hasta que finalmente se iba.

Augusto empezó con su trabajo nuevo fundando esperanzas en que todo volvería a la normalidad, a su normalidad bien entendida; pero por momentos creía que esto era en vano, pero se propuso rearmar su mente como un rompecabezas pieza a pieza.
Sabía que tenía qeu armar lo que había dejado sin encastrar en el pasado para poder dar un salto hacia adelante y dejar atrás todos los recuerdos, una especia de borrador memorial, si es que esto existía, para empezar otra vez de cero.

Una noche, cuando se decidió a vaciar su valija encontró en el fondo una vieja foto, una foto de tiempos felices y que por algún motivo no había tirado, sabía que parte de ese rompecabezas incluía eliminar piezas que no encajaban y, probablemente, ésta era una de ellas, pero de todas formas la conervó. No le dedicó ningún lugar especial, simplemente la dejó allí, en el fondo de su valija con la esperanza de olvidarse de ella quizás.

Las noches se fueron sucediendo una tras otra, en silencio, como si el tiempo fuera una expresión tan sutíl como impercetible. A veces el fantasma irrumpía sus sueños, otras se sentaba en un rincón de su pieza y lo observaba, lo veía dormir.
No llegaba a comprender que quería, no le hablaba, no intentaba comunicarse de ningún modo, simplemente estaba allí.

Para ese entonces Augusto hacía semanas que se había ido de su casa y se sentía algo inquieto, no tenía claro el motivo y comenzó a escribir, a veces poemas, y otras veces ante la ausencia de un interlocutor expresaba lo que sentía, en crudo.

Las cosas en su trabajo marchaban bastante bien dentro de las posibilidades que le daban su mente y sus pensamientos, así y todo sentía que le faltaba algo, estaba algo inquito, no estaba conforme consigomismo.
Se sentía capaz de rearmar su propio rompecabezas, sabía que podía hacerlo pero algo muy dentro suyo le ponía trabas.

Recibió varioas recomendaciones de como hacerlo y si bien en un principio estaba de acuerdo con varias de ellas, luego en soledad retrocedía y pensaba diferente.

Una noche muy fría estaba sentado frente al televisor y recordó la foto de la valija, -tendría que tirarla- pensó, decidido se levantó y fue a buscarla, la tomó en sus manos, la dobló como para romperla, pero sintió un impulso y la estrechó contra su pecho y rompió en llanto.

Creyó que habían pasado más de veinte lunas desde qeu comenzó a llorar hasta que se detuvo, pero la realidad del reloj que mostraba la tele le hizo dar cuenta que apenas habían pasado un puñado de minutos, -los suficientes-, se consoló y se echó a dormir. Esa noche, el fantasma no apareció.

Los ruidos del televisor lo despertaron levemente, pudo ver por la ventana que era una mañana gris, -gris, el cielo de tus ojos- tarareó una canción que en una época de su vida lo había marcado bastante, pero se sentía bien.
Cuando se incorporó en la cama se dio cuenta que la foto había descansado junto a él toda la noche. La desdobló con cuidado y la volvió a meter en el fondo de la valija, solitaria y oscurecida mientras se cerraba la tapa.

Su día laboral fue lo batante intenso com para prstar atención a cualquier otra fuera de el trabajo, hecho que pudo percibir cuando notó que el final de la jornada había llegado casi de la mano con el inicio.

Esa noche se preparó una cena, comió con buen ánimo y se propuso descansar tratar de dormir sin interrupciones las ocho horas que recomiendan los médicos y otra vez al ruedo se dijo mientras se daba una ducha.
Durante un tiempo la rutina lo tomó de la mano y el casi agradecido se dejó llevar porque era una forma de no pensar cosas que no quería, no recordar, no estar pendiente del tiempo y de que podría estar haciendo en vez de estar en el hoy y ahora. Fue como si de pronto el ritmo y la intensidad hubieran bajado hasta que una noche el fantasma volvió a aparecer después de mucho tiempo.
Esta vez no vino solo, estaba acompañado y éste tenía figura masculina y juntos se mostraban como si estuvieran burlándose de el, reían, gozaban, se escondían, disfrutaban de la clandestinidad, hasta creía verlos haciendo el amor, cosa que produjo una punzada en la boca del estómago. Se levantó raudo de la cama abrió la venta encendió un cigarrillo y les tiró tanto humo como sus pulmones pudieron, se inquietó, salió de la pieza, tomó agua, se sentó en la cocina y encendió otro cigarrillo, esta vez con el propósito de apaciguar esa extraña sensación de opresión en el pecho por la rara visión que acababa de tener.
Está claro que ya no pudo volver a dormir y los pensamientos lo atormentaban uno atrás de otro, agarró el cuaderno y desordenadamente escribió: “Andate, andate de mi cabeza, me confundís, me enroscás me das vuelta. Basta de hacer tu jueguito cuando te presté atención te escapaste cuando te resté importancia aparecés y me preguntás que me pasa?”
Por algún tiempo leía y releía eso que había escrito esa noche después del episodio, tomaba la foto, la observaba detenidamente, leía la nota y miraba la foto, como si sintiera que ambas cosas fueran parte de su rompecabezas, ese que estaba tratando de armar en su terapia.
Augusto comenzó a frecuentar a un terapeuta un tiempo después de haber dejado la casa, le hacía bien, sentía que era un espacio para reconciliarse principalmente con él, para poder estar a solas sin estarlo literalmente, abrirse, explorarse, buscar en su mente y su corazón las llaves que le permitieran abrirse camino. Asistía asiduamente, y los resultados no tardaron en darse, se sentía más seguro, algo decidido y con el corazón un tanto más fuerte.
El invierno le mostraba todas las noches el intensísimo azul del cielo tachonado de ínfimos brillos que contemplaba desde su ventana aún siendo tarde mientras se fumaba un cigarrillo antes de dormir. Curiosamente después de muchísimas noches se dio cuenta que el fantasma no aparecía, y que si no fuera porque esa mañana se abrió ¿accidentalmente? La valija creía haber olvidado ambas cosas, pero ahí estaban, como piezas sueltas que no encajaban ni entre si ni en su rompecabezas mental, ese que tanto trabajo le estaba costando armar, pero tampoco lograba ubicarlo en la caja de las fichas para desechar, era algo que su mente aún no comprendía.
Pensó en realizar un viaje, en cambiar de clima, de aire de paisaje para poder sacudirse un poco el polvo del olvido y conocer otra cosa, pensó en un viaje de placer primero, la playa, el sol, siempre le había gustado viajar y cuando tuvo la oportunidad lo hizo y siempre elegía lugares cálidos, pero no le cerraba la idea, pensaba que otro estilo de viaje sería el indicado para ese momento tan particular que estaba viviendo.
Desde muy chico a Augusto le gustaba leer y leía todo lo que le llegara a sus manos, desde novelas históricas hasta policiales negros y libros sobre religiones, cultos, sociedades secretas. Ahí entendió que estaba la clave de su viaje, que tendría que ver con eso con el espíritu, el viaje debía ser hacia otra ciudad pero principalmente hacía su interior.
Puso en marcha el plan y encontró en Internet algo que llamó su atención, una reunión de un fin des semana en una estancia en el campo, en el interior de la provincia que ofrecía un grupo de gente que realizaban un trabajo llamado “Terapia de vidas pasadas”, -Esto es, esto es lo que necesito, si descubro de donde vengo, quien fui, voy a saber quien soy y quien quiero ser en el futuro, es perfecto-“ Así lo hizo, realizó su reserva y se preparaba para partir en quince días.
Estaba muy ansioso, bueno, era una característica de su carácter, solía querer las cosas ya, ahora mismo, en ese sentido Josué se daba cuenta que estaba equivocado, y trabajaba en su terapia para solucionarlo. Durante el tiempo que le faltaba para hacer el viaje alternó buenas y malas noches con el fantasma, las buenas eran las que venía solo, porque de alguna manera, sin hablarse sentía que hacía contacto y hasta lo extrañaba si no lo veía, las malas por supuesto no venía solo, y hacía lo mismo que le hicieron esa primera noche en que se presentaron en sociedad.
También por algún motivo que no supo nunca tomó la foto de la valija y la puso en su mesa de luz, como para tenerla presente, pasó noches observándola largo rato, otras la estrechaba en su pecho, lloraba y rezaba, y otras le pasaba el dedo por encima como si quisiera transportar una caricia nostálgica a través de la imagen.
Finalmente le llegó el día del viaje, se levantó temprano, tomó su bolso y salió en busca de un taxi que lo llevara hasta el punto de reunión, ya en el micro, buscó sentarse solo, no era muy sociable, le resultaba difícil relacionarse con personas nuevas, así lo hizo, buscó un asiento aislado y solitario para realizar el viaje, de todas maneras ya tendría que hablar con alguien cuando llegaran asíque se reservó su derecho a tener intimidad y silencio.
Una vez en destino los recibió un hombre de mediana edad, vestido con ropas cómodas, nada inusual, y los invitó a bajar y a acercarse a una gran mesa dispuesta en la sala de una estancia donde les sirvieron un té y les dieron algunas galletas para desayunar, les hizo una breve introducción sobre las actividades que se realizarían durante su estadía y los dejó en compañía de su asistente quien se encargó de colocarles un cartelito a cada uno en la ropa para que todos supieran los nombres de todos.
Previo a esta experiencia y en un momento de aguda crisis personal se permitió leer un libro de los comúnmente denominados de “autoayuda”, Augusto le tenía cierta antipatía a este tipo de literatura, como si no le creyera que alguien desde algún lugar que el desconocía tuviera la receta para aliviar sus males, sin embargo lo hizo. Para su sorpresa se reconoció en varios pasajes del libro, pudo ver conductas que estaban fielmente reflejadas en el libro cual espejo de su vida y su pasado, le causó gran impresión, por eso decidió tomar ese fin de semana como un aprendizaje más dentro de ese nuevo camino que sin querer empezaba a transitar.
Pasado un tiempo reconoció que la experiencia había sido sumamente positiva, no solo por haber podido relacionarse con otra gente sino que lo había enriquecido ampliamente en su campo espiritual, si bien no comprendió del todo lo que había pasado, rescató que muchas palabras que en ese fin de semana se vertieron le habían hecho bien de algún modo.
Llegó un momento en el que la foto seguía en su mesa de noche pero se había acostumbrado de alguna forma y ya no le prestaba la misma atención que antes, o al menos no le provocaba sensaciones extraordinarias. También notó que el fantasma hacía tiempo que no lo visitaba ¿acaso habría sido todo producto de su mente perturbada y dolorida? No podía asegurarlo, en realidad Josué estaba en un momento en el que nada parecía real.
Cierta tarde, terminado su jornada de trabajo sintió una gran necesidad de mirar otra vez la foto, de acariciar y transportar ese gesto, de estar a su lado, la sentía compañera. Se apresuró en llegar a su casa y fue directo a su cuarto, para su sorpresa la foto no estaba en su lugar, comenzó a revisar todo casi frenéticamente, levantó las sábanas, corrió la cama, la cortina, nada, se la había tragado la tierra. Entró en crisis, se desesperó como nunca antes, su llanto ahora era ahogado y de bronca, ¿cómo podía haber perdido la foto?
Recurrió a algunas enseñanzas adquiridas en ese fin de semana y se sentó en el piso con las piernas cruzadas, comenzó a respirar profundamente y a repetirse un mantra para tranquilizarse, una vez que logró esto, se recostó en su cama y se sumió en un profundo sueño.
Cuando se levantó recordó lo que había soñado, había salido de viaje solo a encontrarse con alguien, no sabía con quien, pero había ido, tuvo una determinación que no había mostrado antes y que no volvería a mostrar después, el viaje salía a la perfección, todo como había sido planeado, pero no podía recordar a quien iba a ver.
Se levantó con un dolor de cabeza que sabía le haría el día insoportable, tomó dos aspirinas, desayunó un te con dos galletitas de agua, se bañó y se fue a trabajar como todos los días, de la mano de su rutina iba dentro de todo bastante bien, sin embargo le corría por la espalda la duda de quien era la persona con la que se encontraba en el viaje, meditó y pensó mucho en eso todo el día, quizás asignándole más importancia de la que tenía.
Mientras tanto seguía repasando dónde podía estar la famosa foto, su foto, pero todo intento era vano. Augusto estaba como atrapado entre no poder o no querer recordar su sueño y el desconcierto de un pequeño trozo de papel que no podía encontrar, casi basó su día en eso.
Habían pasado ya unos meses desde que dejó su casa y las cosas no le estaban yendo mal, pensaba que iba a ser peor pero se daba cuenta poco a poco que no era así, como si hubiese podido seguir armando el rompecabezas que se había propuesto hacer y dar el salto, pero a ese juego le faltaba una ficha, y un rompecabezas incompleto es una frustración enorme. Estando ya en su casa, liberado de las ropas del trabajo miró por mirar dentro de su valija, para su sorpresa la foto lo esperaba allí, oscura, vacía, solitaria, sin embargo la dejó. Fue hasta la sala, se preparó un trago, lo bebió lentamente, lo saboreó, lo disfrutó con un placer inusitado, luego fue a su habitación, abrió la valija, tomó la foto, la apretó contra su pecho y estuvo así un largo rato.
La volvió a mirar, la acarició, la observó desde todos los ángulos posibles, y finalmente tomó la decisión, tomó la foto que se había sacado con Clara a los pocos días de conocerse y la rompió en tantos pedazos como le fue posible, algunas piezas del rompecabezas a veces hay que eliminarlas, abrió la ventana y tiró lo que había quedado...El fantasma nunca más apareció.



FIN

1 comentario:

  1. Realmente me impactó... hacía mucho que no leía algo que me atrapara tanto... ¡Buenìsimo!.

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