Se me ocurre que es casi obscena
la brillantez nocturna,
se me antoja exitante la capota gris
de otro día que se desvanece.
Mientras tus piernas arden y buscan
quien les calme la sed,
mientras mis manos callan por temor.
La brisa que revuela tus cabellos
y tu vestido, se llevan el polvo acumulado
en mi cuerpo estático, y el grito se ahoga,
y el día se muere.
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